Berga.
Los vasallajes de Berga
Una vez leída la aportación de Elena Pita, publico mi respuesta.
Ya haré todo lo posible para que le llegue, pues donde ella ha lo ha publicado no hay opción para comentar.
La mirada ajena
Elena Pita. Periodista. Al parecer viajera. Entrevistadora.
Tiene sus opiniones, como todo el mundo. Gallega de A Coruña. De un pueblo que
dice no ser el suyo. Yo sí soy de mi pueblo y lo publico a los cuatro vientos.
Mi lugar de nacimiento, mi pedacito de tierra a la que amo y añoro cada día. Es
una ciudad, la ciudad de Berga.
Señora Pita, no sé a qué lugar del Universo infinito fue usted a recalar con
tanta hambre junto a su amiga de Sant Llorenç de Morunys pero desde luego, a mi
ciudad, usted no ha ido. Puede que estuviera usted algo perdida: “…mi mirada ajena no llegaba a entender la
idiosincrasia del lugar.”, pues cuando uno se siente ajeno, puede haber
llegado al mismísimo Tirol y no darse cuenta. No se lo reprocho, usted puede ir
a donde quiera.
A la entrada de Berga puede usted encontrar muchas cosas: un camping, un
resort, piscinas, árboles, muchos coches, muchas tiendas. Si entra usted desde
el Passeig de la Pau,
porque se puede acceder también a la ciudad viniendo de Avià, La Espunyola… y si accede
usted por esta otra parte se encontrará con el Polígono Industrial la Valldan, el antiguo
cuartel de la Guardia Civil
y que si no me han engañado lo van a convertir en un Hotel Escuela, jardines,
más coches, muchas casas, muchos pisos. Se encontrará usted en cualquier
rincón, en cualquier calle, plaza o callejón porque la ciudad es muy antigua, a
mucha gente. Muchos bergadanes y bergadanas que le aseguro, gustan de pasear y
hablar con sus vecinos y amigos y se encontrará, además, con muchas personas de
muchas razas y muchos colores de piel, distintos idiomas y mucho civismo. Incluso, existe una larga tradición de
excursionismo, escalada, y múltiples asociaciones de montañismo y de mil cosas
más, que la abrumarían. En resumen, somos seres socializados desde hace ya
bastantes siglos y le aseguro que, hasta donde yo sé, fantasmas no hemos visto
ninguno porque, los de carne y hueso no cuentan, ¿no?
Usted contempló asombrada un cartel anunciando: “Municipi
per a la independència” a la entrada de Berga, y andaba usted en un “… ay, imaginando…” algunas cosas… pues
bien, no hacía falta que las imaginara pues, de todos es sabido que la Comarca del Berguedà ,
cuya capital es mi ciudad, fue y sigue siendo la cuna de separatistas que tanto
asusta a la España
nacionalista y católica que enarbola la bandera de la intolerancia. Somos, los
bergadanes y bergadanas, ésos seres de piel roja y cuernos, que emanan olor a
azufre y que se empeñan, cada día al levantarse, en contrariar al resto de esa
España amable y empática, así como usted por cierto, que tan bien se comporta
con Catalunya. Supongo, que siendo usted una persona muy preparada, no
necesitará que yo le documente éste punto. Sin embargo, es en mi ciudad donde
se hacen jornadas de acercamiento al Islam, por ejemplo, ¿se imagina algo
parecido en otro lugar?
Sí, las esteladas proliferan por mi ciudad, siempre lo han
hecho y, cuando llega ése día tan esperado, ése del que hablamos “… con prurito…” y que es toda una semana, que se llama La Patum de Berga y que ha sido
declarada patrimonio cultural inmaterial por la Unesco, como muy bien nos
recuerda usted, se grita y se reivindica la independencia. ¿Y…? Ya lo hemos
dicho: usted y yo. ¿Y ahora, qué? ¿Sacamos el tridente? Nosotros, digo, no
usted, claro. ¿Tiene usted derecho a pensar, opinar, sentir y anhelar lo que le
plazca? ¿Es usted libre para hacerlo? Los demás también. Y no somos peores que
usted, se lo aseguro.
No soy independentista, lo confieso, pero respeto el sentimiento de las
personas que sí lo son. Porque, mire usted, el respeto y la empatía, son imprescindibles para convivir de forma ejemplar. El desprecio, no es buena
opción. Tampoco tendré que documentarle éste punto, ¿verdad?
Habla usted de restaurantes que no tienen comida, otros que no quieren
atenderla por “¿quinina?”, pizzerías
que no parecen pizzerías… Habla de pastelerías, muchas pastelerías y supone
usted que nos faltan endorfinas… en fin, señora, no podríamos soportar tanto
dolor provocado y tanta negatividad ajena si nuestro cerebro no nos abasteciera
con una buena producción de ellas.
Le tengo que dar la razón en una cosa y es que la mal llamada crisis pues no es más que una estafa monumental, también ha llegado a Berga, como no podía ser de otra forma. Lamentablemente.
Me hubiera gustado dar más respuestas a todo lo que nos expone pero
sinceramente, su relato me parece algo confuso, quizás porque no entiendo el
gallego, en todo caso, culpa mía, por supuesto. Sin embargo, le diré que, si
finalmente visita usted mi ciudad, la ciudad de Berga, bonita donde las haya,
con mucha historia y mucha tradición, con gente ilustrada, con secretarias y
contables, con dependientas, con directores de banco, con buena gente y
trabajadores hasta la exageración, con hombres y mujeres de campo que aran y
cosechan, inventan artilugios para regar, que cuidan de sus animales y que en
sus ratos libres leen o cantan en el coro, o tocan un instrumento con una
sensibilidad que contrasta con los callos de sus dedos; si va usted, repito,
por fin a mi ciudad, no tenga usted más miedo que en otro sitio a que: “¿Y si me asaltaran aquí mismo por no ser
nacionalista?”, ni sufra por tener más o menos: “¿Tengo pinta de española?” porque ésos miedos y sensaciones son
suyas, señora, no nos culpe de ello, que ya tenemos bastante con intentar no
perder el seny entre tanta estupidez y mentes cerradas.
Y acabo, para no cansarla, con sus propias palabras, una de ellas bien escrita
y la última frase en catalán, como corresponde:
"Berga es bonito", proclaman los bergadanes, soñando a gritos un
cambio, declaración unilateral: "Municipi
per a la independència".
Queralt Berga.