
Estoy rodeada...
Rodeada de hambre, de dolor, de muerte anunciada, de soledad, de depresión, de añoranza enferma, de búsquedas solitarias, de preguntas sin respuesta, de indiferencia, de maldad, de manipulación, de desprecio, de intereses creados, de humillación y de humillados, de seres doblegados, de casas vacías y de casas abarrotadas, de nubes que aplastan, de gritos con sordina, de luces pintadas, de niños invisibles, de vidas inventadas, de olvidos presentes, de presencias olvidadas... de ilusiones abandonadas...
Estoy llena de miedo, de ansiedad, de preocupación, de dudas e incertidumbre, de rabia, de odio, de sentimientos de venganza, de rencor, de pena, de asco, de desolación y desconsuelo, de impotencia, de sufriento, de tristeza, de rebeldía... de esperanzas rotas...
Estoy harta de sonreir cuando quiero llorar, de callar cuando necesito gritar, de leer, de escribir, de escuchar, de elucubrar, de esperar y de olvidar, de pedir, de dar, de explicar, de buscar, de perdonar, de creer, de justificar, de entender y de no enterarme de nada, de amar a la vida, de analizar, de la poca vergüenza de muchos, del egoísmo, de la envidia, de reprimir, de la enfermedad, de irme al mar si lo que quiero es ir a la montaña, de ayudar cuando necesito auxilio... de contemporizar con este mundo dañino...
Estoy aburrida de ver las mismas caras y de soñar con las mismas cosas.
Estoy aburrida de mis discursos y también de mi propio cuerpo, de mis manos, de mis ojos...
Estoy aburrida de estar harta de tantas cosas y de que me rodéen e invadan también.
Estoy aburrida del correo, del Facebook, de los blogs, de los juegos de cartas y del de las bolas también.
Estoy aburrida hasta de los bolillos...
Esto no es vida...
La culpa no la voy a buscar en los periódicos, ni en la televisión, ni en los libros, ni en las revistas, ni en los amigos, ni en la política, ni en la crisis, ni en las enfermedades, ni en los problemas familiares... ni en mi poca estatura...
La causa de todo lo que llevo dicho está en mi obcecación por seguir teniendo fe en el ser humano... el que está a mi lado, el que vive en el portal de enfrente, el que suspira en Pekín, el que está durmiendo en Rabat o el que llora en Budapest... incluso, en el que está leyendo, perplejo, aquí y ahora hasta el final...
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Queralt.